El llamado “precipicio fiscal” y crear empleo entre las pequeñas empresas son algunos de los retos que tiene por delante el mandatario demócrata

La reelección del presidente Obama ya es un hecho, aunque da la sensación que la fabulosa fiesta de anoche en Chicago y el espíritu de euforia durará poco. Al popular mandatario demócrata le espera un camino económico difícil de andar, con un precipicio fiscal a la vista que deberá resolver con la más que previsible oposición de la mayoría republicana en el Congreso.

La crisis de deuda del euro y la desaceleración económica global está afectando las exportaciones de Estados Unidos que se han convertido en un motor de crecimiento cada vez más importante, y por supuesto el «precipicio fiscal», que probablemente será moderado lo suficiente para ralentizar pero no revertir el crecimiento.

Todo eso fue recibido hoy por la bolsa con una fuerte tendencia a la baja, con un panorama por delante que se teme sea el comienzo de una nueva etapa de recesión para la economía estadounidense. Ahora bien, el control del déficit debe ser una de las misiones fundamentales para que las próximas generaciones no hereden un problema aún mayor.

Por eso los especialistas confían en que Obama limite su retórica antiempresarial y pueda acometer una reforma fiscal que incentive el crecimiento de la contratación en pequeñas empresas.

Por otra parte, el hecho de tener por delante sus últimos cuatro años de mandato y no tener que rendirle cuentas al electorado de cara a una futura reelección, le abren el camino a Obama para acometer reformas más ambiciosas como la migratoria, que podría regularizar la situación de millones de indocumentados.

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