Vallarta Supermarket

Enrique González es el fundador de una de las cadenas de supermercados más importantes del sur de California: las tiendas Vallarta. Pese a su dinero, es un hombre sencillo y campechano.

“Allí no había ni dos casas juntas”. Así describe Enrique González el lugar donde nació, un rancho en medio de la nada en Jalisco, México. Apenas opciones y pobreza a raudales, un punto del planeta del que nadie esperaba que pudiera salir un pequeño genio de los negocios.

Prefiere no alardear ni andar presumiendo demasiado, pero lo cierto es que Enrique González es un hombre poderoso, fundador de la cadena de Supermercados Vallarta y dueño de 25 tiendas en todo el área de Los Angeles.

Pese a todo no lleva relojes ostentosos ni ropa cara. Es un hombre sencillo, un ex jornalero de las cosechas del tomate y el algodón en el sur de Estados Unidos, donde empezó poco a poco a labrar su destino por unos cuantos pesos a la semana. Conoce a la perfección a sus empleados y a muchos de los clientes que entran y salen del supermercado de Van Nuys, donde él comenzó.

Ahora lo lleva uno de sus 25 encargados, responsable de tenerlo todo como un espejo. González se sabe los nombres de cada uno de ellos —“alguno se me escapa de vez en cuando”, confiesa— además de los productos que se venden en cada pasillo del local, casi todo mexicano y centroamericano: panes, queso fresco, tacos de carnitas, jarritos, gallina y piezas enteras de ternera. “Es mejor comprar todo el animal de una vez”, explica.

Es un supermercado espectacular, con una perfecta simetría en cada bandeja de zanahorias y lechugas. “Siempre fue mi filosofía: trabajo y limpieza”, explica el orgulloso propietario de una de las cadenas favoritas de los hispanos en el estado dorado.

Cuesta creer el salto, pasar de un poblado, donde su padre le enseñaba a quemar cal, carbón y a arar con los bueyes, a manejar todo un emporio de comida en una ciudad tan cosmopolita como Los Angeles. Pero ahí está. Se ríe para explicarse a sí mismo y luego se concentra, mirando al cielo. “La verdad es que no soñé con esto. A veces pensé incluso en el fracaso. Pero al final todo se fue dando”.

Todo queda en familia
“Ahorita no sé ni cuántos hay”, admite, mientras explica que están abriendo más tiendas en Porterville, Fresno “y escuché que mis hermanos estaban abriendo una en Santa María”.

Aunque él lo arrancó, sus cinco hermanos tienen también parte activa del negocio con otros locales. El trabaja con su hermano pequeño, Alfredo en una oficina del Valle de San Fernando. “Siempre hemos tratado de no confundir el negocio con la familia”, explica. “Pero todo sigue para adelante igual porque vienen los nietos y ellos seguirán la tradición”.

Pese a la riqueza y a la vida de altos vuelos, afirma que se le “hacía mejor la otra vida, porque yo convivía con otra gente, pero ahora estás muy limitado porque tienes un poder que parece que te separa. Cuando hay negocios, hay problemas. La gente se muere pronto”, dice con un aire incontestable de sabiduría.

“Yo sólo le quiero dar gracias a Dios y no me siento superior a nadie”, confiesa con sinceridad este oriundo de Jalisco nacido un 23 de junio, un joven que se fue de su casa sólo a los 14 años hacia pueblitos a buscar trabajo en Guadalajara, Sonora, Mexicali, durmiendo en la calle sobre un costal de algodón y buscándose la vida para ganarse la comida de cada día. “No me quedó otra más que buscarme el camino”.

Le gustó el norte
Después llegaron las cosechas en Estados Unidos, el espárrago, el tomate y el algodón. “Me gustó el norte”. Y era la ocasión perfecta para resolverle las deudas a su papá, siempre con esa fuerza y esa motivación. “Cuando yo crecí, lo hice”.

Ya en Los Angeles, González trabajó en una cafetería, Corky’s, durante años antes de abrir su propio negocio, un club llamado Puerto Vallarta que fue su primera rampa de lanzamiento hacia su primera tienda de abarrotes, vendiendo carne y un poco de todo.

Las cosas no empezaron del todo bien. Estaba a punto de cerrar por falta de negocio cuando de repente una señora, ya con la decisión tomada de desmontarlo, le hizo un gran pedido que le hizo aguantar. Y así siguió sin descanso, perseverando en un ramo de la alimentación que se lo ha dado todo, una buena familia y la oportunidad incluso de dedicarse a la cría de caballos, su otra pasión.

“La clave es no ser conformista, saber sufrir con todos los golpes que tienes de pequeño, y eso te hace fuerte”, dice. Hay que escucharle. Parece que sabe de lo que habla.

Para más información sobre el señor González puede visitar su página web vallartasupermarket.com o llame al 818.899.0088

Share.

Inscríbase a nuestro boletín

Reciba todos los artículos más importantes a su email