Fin de la recesión

La recesión todavía aprieta entre las familias hispanas.

El sueño de una fiesta de quinceañera a lo grande ya sólo es posible para unos pocos mientras los negocios del sector lo sienten y lo padecen.

Sonríen de cara al público y siguen vendiendo ilusión, aunque en su interior ocultan una crisis que no ha tenido misericordia con su sector. Son los negocios que tienen que ver con la celebración de la quinceañera, la fiesta tradicional en la cultura latinoamericana que sigue pese a todo, pero a un ritmo muy inferior en lo que a gasto se refiere. La recesión.

Algunos como Paloma’s Bridal, una marca famosa por sus vestidos para las jovencitas y su fiesta especial, lo sitúan en un descenso vertiginoso del 70 por ciento desde que comenzó la crisis hace un año, y pese a la estabilización de la economía aún no cantan victoria sobre su vuelta a los tiempos dorados.

“Todavía no hemos vuelto a lo de antes”, explica Olga Soria de Paloma’s Bridal. “La gente no para tanto como antes y mira que los hispanos son gastadores, pero cuando no hay no hay”, explica.

Es la misma versión que da Michael’s Party services, que ha visto mermado su negocio con la llegada de la recesión. “Ahora hay que aplicar distintas estrategias porque nada funciona igual que antes”, asegura Benny Martínez, el dueño de la firma que se encarga de organizar todo el evento de quinceañera para las familias.

“Lo que estamos haciendo es visitar directamente al cliente en lugar de esperar a que ellos vengan hasta nosotros y seguir acudiendo a eventos, hacer publicidad y esperar a que la cosa mejore”, asegura Martínez.

Los especialistas en el sector sostienen que el problema es que las familias latinas simplemente están optando por no hacer la fiesta ante la gravedad de la crisis, o que se han ajustado tanto el cinturón para celebrarla de todas formas, que los resultados se notan en los resultados de los negocios.

Eva Camacho y su familia están en esa categoría. Llevan dos años preparándose para la fiesta de quinceañera de Kathleen, aunque con un presupuesto muy por debajo de lo normal para estas ocasiones: 7,000 dólares.

Pese a que el precio de las cosas está por las nubes, Camacho sigue firme en hacerle la fiesta a su hija pero sin pasarse ni un dólar del presupuesto. “Eso es lo que hay”, explica. Sin embargo, el dinero no parece ser un obstáculo para organizar una fiesta para 130 personas después de celebrar una misa.

“Contamos con la ayuda de la familia y los padrinos. Mi hermana va a pagar por los mariachis y la hermana de Kathleen por el DJ”, dice Camacho, para quien la tradición manda “y es algo que ella se merece. Siempre va bien en el colegio y es la primera de la familia que va a poder tener algo así”.

También Maricela Herrera anda buscando ideas de revistas y tiendas para conseguir que la fiesta de su hija Stephanie le salga más barata. “Aún no sé si voy a cocinar yo o si lo voy a ordenar”, dice esta inmigrante junto a su hija de 14 años.

“Ella no pide demasiado ni pone presión, pero todo cuesta mucho y a veces es difícil que el dinero alcance”.

Pese a todo seguirán adelante con una fiesta que en Estados Unidos ronda los 30,000 dólares de media y que cada vez es más difícil de sostener en esta economía que no termina de recuperarse del todo.

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