Manuel Serrano, el emprendedor que empezó todo en la ciudad de Adelanto.

Adelanto, en el desierto californiano, ha pasado de la bancarrota a amenazar con convertirse en el Sillicon Valley del cannabis, una industria que solo el año pasado generó 6.700 millones de dólares en Norteamérica

A simple vista, el cartel en la entrada del pueblo constituye una poderosa ironía. “Welcome. City of Adelanto, the city with unlimited posibilities”. Por detrás, desierto a raudales y una carretera secundaria compuesta por un archipiélago de parches y huecos, salpicada a ambos lados por naves industriales donde no se ve un alma y restaurantes de mala muerte sin un solo coche frente a sus fachadas.

Nada parece indicar que allí se esté erigiendo el epicentro de una industria multimillonaria: la marihuana. Hay que tocar puertas y comenzar a saludar a los locales para descubrir un fenómeno que, tras unas cuantas horas de recorrido, deslumbra. Dentro de muchas de esas naves hay un mar verde de plantas de marihuana que pretende transformarse en lugar obligado de peregrinaje para cualquier aficionado al cáñamo que se precie.

Manuel Serrano, un empresario de origen mexicano, presume de ser el visionario que lo empezó todo. Es la cabeza más visible de un puñado de emprendedores que están logrando convertir un pueblo abonado a la miseria en una potencial mina de oro. De momento, la proliferación de negocios de cannabis al calor de la legalización en California para uso médico, aprobada en 2015, ha eliminado por completo la bancarrota de Adelanto, a 135 kilómetros al norte de Los Angeles y cerca de la ruta hacia Las Vegas.

“Hemos pasado de los 2,5 millones de dólares de deuda a tener unas reservas de 1,5 millones de dólares”, ratifica Serrano, que se decidió a meterse en el negocio cuando el gobernador Jerry Brown firmó la ley en 2015. “Me di cuenta de que había una oportunidad”.

Hoy es dueño de un dispensario muy bien surtido, Jet Room, y de dos terrenos en los que está edificando naves industriales para albergar unos 22.000 metros cuadrados de cultivo y áreas de manufactura de sus propios productos: gominolas, brownies, aceites para vaporizadores, y, por supuesto, unos canutos muy bien liados, entre un amplio abanico de opciones.

Por las dos propiedades pagó 8,8 millones de dólares, unos terrenos que antes de 2015 no valían más de medio millón de dólares. El suelo en Adelanto está más cotizado que nunca, un fenómeno especulativo del que él es culpable en parte y que ha acrecentado la ley que entró en vigor en enero de este año, legalizando el consumo de marihuana para uso recreativo en toda California.

Serrano, de 68 años, tanteó a los alcaldes de los pueblos de la región para hablarle de las bondades de la marihuana, pero ninguno le hizo caso. “De hecho, me aconsejaron que no lo hiciera porque iba a dañar mi credibilidad y mi reputación”, recuerda el empresario. “El único que me escuchó fue el alcalde de Adelanto, Richard Kerr”. Así comenzaron a generar ordenanzas municipales para abrirle las puertas a la droga blanda.

“Adelanto se estaba muriendo y ya está fuera de peligro”, explica Kerr desde el Jet Room por el que acaba de aparecer. “Nos iban a incorporar al resto del condado de San Bernardino y quitarnos la alcaldía, convertirnos en nada. Eso ha cambiado con el cannabis y ahora mismo somos una de las ciudades más fuertes del Alto Desierto —como se conoce a la región”.

Con el viento tan de cara, es difícil contener la euforia. “El cannabis será solo el núcleo. Ahora van a empezar a llegar los restaurantes, las gasolineras, los hoteles, las oficinas para médicos y abogados. Estamos construyendo una ciudad. Ya hemos convertido el dinero que ha entrado en parques, carreteras, semáforos, en un biblioteca pública. Esta va a ser la meca del cannabis, el Sillicon Valley de la marihuana, incluso a nivel de Estados Unidos”.

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