Adolfo Bejarano pasó de liderar una constructora en Arabia Saudí a ser el dueño de una distribuidora de productos cosméticos en Los Angeles
La vida suele dar muchas vueltas, aunque no siempre tantas como la de Adolfo Bejarano, un empresario colombiano con vocación de constructor, que se fue a vivir tres años a Arabia Saudí en busca de su sueño y que acabó casado con una libanesa de origen venezolano y metido en el negocio de las cremas cosméticas en Los Angeles. Hoy es dueño, junto con Monica Harb, su esposa, de la empresa distribuidora en Estados Unidos de Mesoestetic, una marca española especializada en tratamiento de primera fila para combatir las arrugas, la celulitis y las manchas en la piel, entre otras muchas cosas, un negocio poco habitual con el que lidia cada día, a las órdenes de Bejarano, un pequeño escuadrón de vendedores.
«En 2001 me fui para España con la idea de vender cremas por televisión y se rieron de mí», cuenta Bejarano con una sonrisa irónica en el rostro. Pero pronto dejaron de reírse al ver sus cifras. El primer año, la facturación apenas llegó a 15,000 dólares. «Casi nada, con un desgaste enorme y sin apenas vida», explica el empresario. «Pero el segundo año alcanzamos medio millón de dólares, el tercero un millón, el cuarto dos, y luego cuatro… y ahí vamos».
Ahora, sabe más que nadie de tratamientos antiarrugas y de un mercado a la altura de pocos, todo un éxito que pese a todo tuvo que superar la recesión. «En 2008 nos llegó el golpe, aunque controlamos los gastos y logramos salir adelante. Fue duro pero sirvió de aprendizaje», asegura desde su aparente oficina de Ventura Boulevard, en Sherman Oaks. «Llegamos a tener 38 empleados y hoy somos 15, un recorte brutal. De lo contrario hubiéramos sufrido mucho», explica sincero.
Pero el negocio sigue adelante, establecido entre los dermatólogos, cirujanos plásticos y con la vista puesta en el mercado de los esteticistas. La brecha la abrió Bejarano con un hambre de vender inusual. Se fue donde los mejores médicos en Beverly Hills y les fue colocando el producto, que en algunos casos se ofrecen hasta por 3,000 dólares en clínicas de lujo.
Además de las cremas de alta gama de Mesoestetic, Bejarano ya tiene los derechos de otras tres marcas —todas europeas– para poder apuntarle a otros segmentos de la población con necesidad de tratamientos para la piel. Y ha entrado en Colombia, donde tiene su propia distribuidora con gerente, cuatro vicepresidentes y 16 representantes de ventas. «A eso le voy a apuntar el año que viene con fuerza», dice este emprendedor que salió de Colombia hace 30 años por un futuro mejor.
Pese al golpe de la crisis, su ambición está intacta. «Mi objetivo es estar donde estaba antes y multiplicarlo por diez». Empuje, ideas y ganas no le van a faltar, a la espera de que el mercado vuelve a ser el de antes.