Grandes cadenas de comida rápida como McDonalds y Burger King, están incluyendo hamburguesas vegetarianas en un intento de atender la demanda de alimentos más saludables

Por Luca Verne. Los Angeles

La comida rápida en Estados Unidos, tal y como se ha conocido hasta ahora, podría estar en peligro de extinción. Tras años de críticas constantes por la mala calidad de sus menús, asociados con epidemias de obesidad, problemas cardíacos y otras patologías, cadenas como McDonald’s, Burger King o KFC han comenzado a dar un giro hacia productos más saludables.

En junio del año pasado, la líder indiscutible del sector, McDonald’s, anunció los resultados tras su decisión de usar carne fresca en lugar de congelada en sus hamburguesas Quarter Pounder, con un incremento del 30% en sus ventas en 12 meses. “A nuestros clientes les encanta”, dijo Marion Gross, vicepresidenta de la corporación con sede en Chicago, Illinois. “Hemos vendido 40 millones más de hamburguesas a nivel nacional en el primer trimestre comparado con el mismo periodo de 2018”.

Semanas antes, Burger King anunció sus planes para incluir en su menú la primera hamburguesa vegetariana en sus 66 años de historia, The Impossible Whopper, tras su alianza con la startup de Silicon Valley, Impossible Foods. Es una versión similar a la que lleva un tiempo vendiendo White Castle, otra cadena de comida rápida.

También Blaze Pizza se ha sumado a la moda salubable con la pizza vegana Spicy Chorizo en sus más de 300 restaurantes a nivel nacional. Y el presidente de Del Taco, John Cappasola, confirmó en una entrevista reciente que han llegado a un acuerdo con Beyond Meat para desarrollar una proteína en el aliño más popular de la marca.

Chipotle tiene Sofritas, una opción vegetariana con tofu orgánico, y KFC anunció el año pasado que estaba probando con una alternativa vegetariana de su famoso pollo en Irlanda y Reino Unido, un producto que, de calar entre sus consumidores, podría revolucionar la industria.

El viraje de la industria mucho tiene que ver con el cambio de hábitos de un buen número de estadounidenses en sus dietas, además del temor al calentamiento global, conscientes del impacto que tiene la industria ganadera sobre el cambio climático, según multitud de estudios científicos. También hay que sumar a la ecuación la presión social ejercida sobre estas cadenas en los últimos años. Documentales como Super Size Me, que demonizaba a McDonald’s y su dieta alta en azúcares y grasas saturadas, y otros posteriores atacando a las cadenas de comida rápida, han ayudado a propagar el mensaje a gran velocidad.

Desde McDonald’s lo corroboran. “Nuestros clientes nos dicen que tienen interés en comprender de dónde viene (la comida), qué implica y cómo se prepara ”, dijo Gross. «Estamos tratando de ser más transparentes y hacer algunos cambios necesarios para deleitar a nuestros clientes».

El discurso va en consonancia con una encuesta reciente de Nielsen en la que se reflejan las principales preocupaciones de los americanos. La salud aparece en segundo lugar por detrás de la economía. “Los consumidores se están esforzando por llevar estilos de vida más saludables y, por lo tanto, están ansiosos por opciones de alimentos más saludables”, dice Jeff Williams, vicepresidente de servicios de Nielsen.

Los cambios se deberían traducir en un aumento de los costes de operación pero también en un incremento de las ventas, como demuestra el experimento de las  Quarter Pounder de McDonald’s. El mismo estudio de Nielsen señala que el 88% de consumidores estaría dispuesto a invertir más dinero por comida de mejor calidad.

Al margen de los resultados financieros de las cadenas, los expertos en nutrición celebran cualquier cambio en esa dirección. De acuerdo a un estudio elaborado por el Departamento de Salud Pública de la John Hopkins Bloomberg School de Nueva York, una pequeña reducción en la ingesta de calorías diarias tendría un enorme impacto en la lucha contra la obesidad a nivel nacional.

“Entre los niños, el aumento de la obesidad se puede explicar con un aumento de 165 calorías diarias en su menú”, explica Sara Bleich a Bloomberg, profesora asociada de la Universidad John Hopkins. “En nuestro estudio descubrimos que las novedades en el menú tenían una media de 60 calorías menos que lo que había en el mismo menú un año antes”, un cambio significativo teniendo en cuenta que en un día normal un tercio de los adultos y niños estadounidenses comen en un restaurante de comida rápida.

De esos cambios en el menú podría depender el futuro de esas cadenas. Esos niños serán o no sus clientes como adultos si logran sacudirse de encima, por fin, el calificativo de restaurantes de comida basura. En sus manos está que el viraje saludable sea completo.

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