María de Lourdes Sobrino es la dueña y fundadora de Lulu’s Dessert una empresa legendaria en el sur de California: gelatinas y postres imprescindibles en muchos hogares mexicanos.
Pocos son los oriundos de México y residentes en California que no sepan qué son las gelatinas de Lulu’s Dessert, el sueño de una de las empresarias más persistentes y carismáticas de esta parte del país. Lleva en los negocios desde los 18 años, y sabe lo que es triunfar, caerse y volverse a levantar.
Ahora, la mexicana María de Lourdes Sobrino, dueña y fundadora de la empresa, atraviesa un momento delicado por la falta de crédito de los bancos, fundamental para poder recapitalizar la compañía y hacer frente a la competencia.“Ahora mismo, necesito un millón de dólares para poder seguir adelante y que la marca no peligre. Si las cosas no mejoran, tendríamos que pararnos y reestructurar de alguna forma”, dice Sobrino con el semblante serio. Pese a todo, siempre parece tener un as bajo la manga después de años en la batalla.
“Los latinos tenemos esa pasión por los negocios que hacen que podamos seguir adelante. Muchas veces me caí y me volví a levantar”, asegura con convencimiento una mujer que ha sabido navegar en el complejo mundo de las finanzas y convertir su marca de la muñequita en toda una institución.
Empezó como empresaria en su México natal con sólo 18 años, en un negocio turístico que tuvo mucho éxito durante un largo tiempo. Pero después llegó la devaluación del peso de 1982 —un fenómeno que derrumbó la divisa mexicana hasta un 866 por ciento frente al dólar estadounidense— y acabó con su empresa. “No pude hacer gran cosa porque perdí mucho. Me dio miedo volver a México porque ya tenía mi vida aquí, pero sin poder trabajar para nadie por mi visa. La misma necesidad me obligó a abrir otro negocio y levantarme”, explica sincera.
Y ahí surgieron las gelatinas, rebuscando entre los comercios locales californianos pero sin poder encontrar nada que se pareciera a lo que estaba acostumbrada en México. “Yo las hacía en mi casa, tal y como me enseñó mi madre”, dice.
Empezó a comprar la materia prima y a venderla en California. Fue gustando la cosa entre los consumidores y de ahí a una nueva empresa en manos de una emprendedora nata solo había un paso. “Puse una tienda de 700 pies cuadrados en la ciudad de Torrance, muy chiquita. La gente no entendía mi concepto de producto y ahí empecé a trasladar las gelatinas a un vasito”, algo que a la postre significó una revolución para el mercado. Sin márketing ni nada, con el puro boca a boca, la muñequita del Lulu’s Dessert comenzó a abrirse paso.
Tras año y medio en Torrance, se fue a la ciudad de Gardena, “en plan más industrial”. Obtuvo un préstamo de 800,000 dólares de la SBA y con eso pudo comprar la planta de Huntington Beach, un espacio de 15.000 pies cuadrados.
“Por aquel entonces se podía pedir préstamos, no como ahora, que no prestan nada”, dice con frustración. Asegura que necesita capital porque la competencia ahora es fuerte, y todos se lanzaron a imitar lo que ella había hecho. Hasta Kraft se metió en un mercado virgen hasta entonces.
Por eso confía en poder reducir costes, comprar un nueva planta para salir de la actual —propiedad de Baskin Robbins— y ser mucho más competitiva. Nombre y clientes no le faltan. “La distribución de Wal-Mart nos da la posibilidad de llegar a Kentucky y las dos Carolinas. En todas partes donde hay hispanos”, dice convencida la empresaria.
Sobrino quiere tener más centros de distribución en el Medio Oeste y en la otra costa, porque en la actualidad le cuesta mucho mover el producto por los costos de la gasolina. Eso en un negocio que arrancó con 300 vasitos de gelatina diarios y que ahora vende más de 50 millones al año en grandes superficies comerciales.
“Pero todavía nos falta por crecer muchísimo”, confiesa. Incluso quieren desarrollar arroz con leche, aliarse con otras empresas extranjeras para meter sus postres. Cuestión de que la crisis le de un respiro y un respaldo a esta triunfadora en los negocios, una mexicana de bandera.
(714)890-9903