Andrés Liu, junto a su socio José Lee, está detrás de Akifaru Clothing, una marca con la creatividad y el compromiso social por bandera
En su discurso y su mirada brilla la ambición de una idea que, amparada tras un tiempo prudencial, ha terminado por germinar. Andrés Liu bien podría sacar pecho por su alma de empresario. Indudablemente lo es, aunque a la hora de elegir etiquetas prefiere decantarse por las de «idealista» y «comprometido con la perfección». Quizá por eso decidió dar el salto de la economía que estudió en la Universidad de Fullerton al arte, a un concepto que va más allá de la colección de ropa que a simple vista refleja su portal de internet, Akifaru.com.
Es, junto con su socio José Lee, el dueño de esa idea, de una línea de camisetas y otras prendas que, asociada con artistas en busca de una nueva plataforma de expresión, echó a andar hace poco menos de dos años. Reconoce que la división principal es aún un nicho, construida a base de colaboración con talento local, amigos y el capital suficiente como para resistir las primeras embestidas de cualquier compañía, pero también insiste en que hay proyecto por delante y ganas de llegar lejos.
Su empresa, dice, es un tanto atípica, casi como su historia. Liu es taiwanés y criado en Ecuador, una de esas personas con la sorpresa oculta en forma de acento guayaquileño al primer golpe de conversación y pese a su indudable aspecto oriental, una reacción del personal a la que se ha acostumbrado con el tiempo.
Ahora, además, habla con orgullo de ser el dueño de una empresa con 31 años, un empresario con las ideas claras que define su negocio de una forma concisa, como con la lección aprendida. «Akifaru Clothing es una línea de ropa que combina el trabajo con artistas, tratando de ayudarles para encontrar una nueva forma de expresión y expresar su creatividad. Es una simbiosis».
De ahí el logo de la compañía, un pájaro sobre un rinoceronte, la historia de una retroalimentación entre los artistas buscando exponer su concepto en algo que no fuera un lienzo o una pared, sino en una camiseta o un suéter. «La idea era juntar talentos distintos para sacar algo innovador, algo creativo», explica Liu. De momento, las cifras de Akifaru Clothing son modestas, con unas 350 camisetas al mes vendidas a través del portal de internet y de algunos eventos a los que han asistido, aunque de fondo tienen la segunda división de la empresa.
«La arrancamos hace un año, asociándonos con una empresa que tenía la maquinaría para producir ropa y que está en Costa Mesa», explica. Le inyectaron capital y le dieron la vuelta a su modus operandi. «Antes producían 800 camisetas diarias y hoy en día llegamos a 3.000».
Con eso lograron controlar los gastos y comenzar a recuperar lo invertido. «Le metimos nuestros ahorros y fuimos víctimas de nuestros propios errores. Pensé que con 10.000 dólares iniciales habría bastante, pero acabamos poniendo el doble», dice con una sonrisa de complicidad.
Queda la meta: una galería de arte para que el nexo entre ropa y arte quede expuesto, quizá en el Downtown de Los Angeles. Y si las finanzas y el tiempo lo permiten, volcarse con las causas sociales, eventos para luchar contra el cáncer y «contra la pobreza y la injusticia social que estamos viviendo. Queremos llegar a Skid Row para hablar con la gente e identificar problemas, despertar esa parte olvidada». Lo dicho, un idealista.