Carla Terrazas y Jorge Enriquez han puesto en marcha un programa único para operar a gente de bajos recursos a precios asequibles, un sueño al alcance de muchos
Carla Terrazas podría dar una o dos lecciones en Washington sobre cómo administrar el deficitario sistema sanitario de Estados Unidos. No entiende de política pero sí de pacientes y de cómo crear un sistema justo para que una enfermedad no sea el fin del mundo, una boliviana en Bakersfield que hace menos de dos años puso en marcha un programa que promete.
Se llama Cirugía sin fronteras —sin conexión alguna con la organización francesa Médicos sin fronteras— y opera desde Bakersfield, un sistema que puso en marcha esta publicista ex ciudadana de Santa Cruz junto a su marido, Jorge Enriquez, un médico mexicano que salió con la idea por el hecho de tener un gran número de pacientes necesitados.
Su oferta consiste en realizar operaciones a bajo costo para gente sin seguro médico y con escasos recursos financieros, un plan en el que participa una red de médicos dispuestos a rebajarse los honorarios para hacer posible los bajos precios. Después, Terrazas se encarga de negociar con los hospitales de la zona para lograr el cupo y las condiciones necesarias, una opción que ha dado esperanzas y futuro a mucha gente, especialmente a la comunidad hispana de la zona.
Programa de cirugía única
“No hay un programa así en Estados Unidos”, explica Terrazas desde su oficina, un espacio mucho más grande que en el espacio en el que empezaron hace solo unos meses. “La verdad es que te pone los pelos de punta el ver la cara de la gente cuando se curan, con operaciones que de otra forma no podrían pagar”.
Terrazas habla de cantidades casi ridículas por una operación de vesícula, 3.600 dólares por algo que normalmente no baja de los 50.000 dólares en un hospital de Los Angeles. Por eso ha llegado gente hasta Bakersfield de varias partes de California en incluso desde Miami. Con vuelo y todo sigue compensando lo que de otra forma sería una ruina financiera para cualquiera.
Terrazas es una de las que opina que los seguros médicos se aprovechan de la gente, un negocio redondo que para muchos no es una opción. Ahora su meta es lograr donativos para construir su propio hospital y no depender de otros centros que no siempre están dispuestos a recibir a sus pacientes.
“Creemos que a través de la fundación que hemos creado podremos tener nuestro propio hospital, a un costo de unos tres millones de dólares”, asegura esta madre de dos hijos, una persona que con su trabajo le ha cambiado la vida a muchos, una experta en navegar el complejo sistema sanitario.