Cocinera, agente inmobiliaria, vendedora, dueña de un restaurante. De la Cruz ha hecho de todo para salir adelante en California
María de la Cruz representa un mundo que no suele hacer ruido en las altas esfera pero que con el paso del tiempo se ha convertido en legión. Es una de esas inmigrantes luchadoras que se ha abierto paso a golpe de fe y de sacrificio, que llegó de México para buscar una vida mejor con tres hijos bajo el brazo y que hoy, después de mil oficios diferentes, ha conseguido consolidarse.
De la Cruz se dedica junto a su familia a la venta de productos de Healthy People, soluciones naturales para llevar una vida saludable y equilibrada. Y además vende casas como agente de bienes raíces, experta en el sur de California y acostumbrada a moverse en Long Beach, un área tradicionalmente latina.
“La media de casas que vendo ronda los 200.000 dólares pero he llegado a alcanzar los 350.000”, explica De la Cruz, especialista en ayudar a los latinos con bajo poder adquisitivo con el mismo espíritu de lucha. “Supongo que la fe es la clave. Creo en ese Dios que nos contempla y nos ayuda a seguir adelante”.
Una especialidad que aprendió con espíritu de superación sin saber hablar inglés ni estudios superiores. Y es que al principio trabajó en una fábrica como otros inmigrantes paara sacar adelante a sus hijos y después limpiando casas.
Finalmente, en 1988 dejó de limpiar, el año en que nació su hija Pati. Además de los tres hijos con los que vino de México, dio a luz a otras dos hijas fruto de su matrimonio con un inmigrante. “Por eso no me podía quedar cruzada de brazos. Me puse a estudiar inglés y arte culinario. Al final me gradué de chef”, relata con una sonrisa.
“Eso es lo que más me ilusiona. Es mi pasión, un oficio al que me dediqué durante diez años”, justo cuando se le cruzó en su camino el negocio del Queen Mary, el barco histórico anclado en el muelle de Long Beach.
Después de varios intentos consiguió un trabajo a bordo, donde aprendió repostería y se dedicó a aplicar sus conocimientos del curso, “todo en inglés”, relata orgullosa.
“Nunca me he rajado y esa ha sido la clave de mi éxito”, explica esta dedicada profesional, que también llegó a tener un restaurante de comida mexicana.
Duró un tiempo, aunque la crisis del 11 de Septiembre se lo llevó por delante, como muchos otros negocios. “Lo batallé con fuerza pero al final tuve que ceder”, afirma.
Ahora su meta es vender 300 dólares por día con sus productos naturales y ayudar a la gente a llevar una vida mejor con una casa que se ajuste a sus presupuestos, un sueño americano amoldado a la realidad de los inmigrantes. Y darse un buen viaje a México y las Bahamas para celebrar su 60 aniversario. Conociendo su persistencia, es difícil que no lo vaya a conseguir.