Porto’s Bakery es un fenómeno de esos que dejan con la boca abierta, un negocio que funciona haga sol, llueva o nieve, aunque rara vez ocurra lo último en el sur de California.
Lo raro que es que no haya gente en su pastelería. Pongámoslo así: es más fácil que nieve a que en Porto’s Bakery no haya cola para comprar pasteles.
Tienen dos pastelerías abiertas funcionando a buen ritmo, la de Glendale, que se inauguró hace más de 30 años, y otra en Burbank, que vio la luz hace tres años pero que crece con más velocidad porque la marca ya es conocida. Ahora, la tercera ya está en proceso de ver la luz, está en Downey, de donde tradicionalmente vienen muchos de los clientes latinos de Glendale. Podrán ahorrarse el paseo y de paso descongestionar la sede central, al menos hasta que más gente conozca los pasteles cubanos y se vuelva a llenar. Cuestión de tiempo.
La fórmula es sencilla: productos de calidad con sabor latino y a pastelería de toda la vida, y a precios más que asequibles. Por diez dólares uno puede salir de Porto’s con un generoso surtido de pasteles.
“Nunca tuvimos pérdidas al abrir la tienda”, dice Beatriz Porto, una de las herederas del negocio que arrancaron sus padres allá por los años 70 en Estados Unidos. Aunque en realidad la cosa se remonta mucho más atrás, en Cuba, cuando doña Rosa, la matriarca, hacía los pasteles de forma clandestina en su casa para los vecinos de Manzanillo, al este de la isla.
“En el momento en que tú decides dejar la isla te conviertes en enemigo del estado”, explica la propietaria. “Diez años nos mantuvo de forma ilegal en la casa hasta que pudimos salir en el penúltimo vuelo legal que partió de Cuba, en el 71”.
Rosa Porto vendía pasteles con los ingredientes que le traían los clientes de la isla, y a veces sobraba algo que aprovechaba para darle a los suyos.
Después siguió con la misma fórmula en California, colocando los pasteles sobre las camas. “Literalmente no había espacio para poner todo lo que cocinaba mi madre”, recuerda Beatriz. Había días de 15 y 20 coches llegando hasta el domicilio de los Porto para recoger los encargos, así que se tomó la sabia decisión de abrir un local.
El pequeño recinto de 28 metros cuadrados —en Silverlake y Sunset— daba para despachar a los fieles seguidores de la cocina de Doña Rosa, pero ese también se quedó pequeño a raíz de las habladurías. “Los primeros clientes eran cubanos, pero luego le dijeron a los americanos y así empezó a llegar más gente. Nunca pusimos nada en un periódico porque no teníamos dinero, pero el boca a a boca nos hizo lo que somos”, explica Beatriz.
“Además mi madre era una perfeccionista y la calidad que ella te daba no te la daba ninguna pastelería”, apuntilla.
Esa misma calidad les ha llevado a facturar unos números contundentes, millones de dólares al año en pan, bodas y pasteles de carne, aunque nunca revelan las cantidades. Sí se sabe que un fin de semana normal entran en la tienda de Glendale unas 2.000 personas, gastándose una media de unos 35 dólares, y que en una buen fin de semana, se pueden vender 50 pasteles de boda más 350 de cumpleaños y entre 550 a 700 órdenes de comida.
Los tres hermanos que manejan el negocio, Raúl, Beatriz y Margarita, emplean en total a más de 400 personas que trabajan 24 horas al día para producir el pan y atender la tienda, en turnos, naturalmente. Todo son bilingües y saben cómo tratar al público latino, que son la base central de su negocio.
Pese a todo el dinero y que los tres hermanos trabajaron desde pequeños en la empresa, todos tiene títulos universitarios, una cuestión fundamental que sus padres nunca dejaron de lado. “Mis padres sólo querían vivir decentemente y darnos una educación. Lo demás fue suerte, estar en el momento adecuado, trabajar duro y tener ética de trabajo. Trabajábamos 7 días a la semana y entre 12 y 15 horas al día. Todo esto no te cae del cielo”.
Ahora ya funciona solo y la fama les puede llevar a tener tantos locales como se propongan. Raúl, el que lleva la parte financiera, “siempre ha tenido la inquietud”, cuenta su hermana, por lo que no descarta que sigan abriendo locales pese a que a su hermano le pareció una “locura” en el momento de abrir el de Burbank. “Eso me dijo y mira ahora, ya quiere abrir el de Downey”. Si todo sale bien, en ocho meses podría estar listo.
Sería un eslabón más en una increíble historia de éxito. “De la nada y dos inmigrantes sin el idioma lograron esto”. Suena al sueño americano que tantos persiguen.
Porto’s Bakery Localidades
Localidad en Glendale: 315 North Brand Blvd., Glendale, CA 91203
(818) 956-5996
Localidad en Burbank: 3614 W Magnolia Blvd., Burbank, CA 91505
(818) 846-9100