Desde su llegada, Ernesto Morales le ha imprimido un carácter latino al lugar, con tributo incluso a la Virgen de Guadalupe
Aquello es mucho más que un cementerio. Es un océano, una aldea global, un mundo aparte donde conviven culturas milenarias con religiones ancestrales, representadas por 400.000 almas que descansan en sus infinitos terrenos. Ernesto Morales forma parte del despliegue, responsable de conectar con la comunidad hispana, de darle más sabor latino al cementerio Rose Hills, el más grande del mundo.
Dice este ejecutivo de origen mexicano –como parte de una larga lista de datos contundentes– que en esas vastas tierras ubicadas al este de Los Angeles se ha removido más arena que para la construcción del Canal de Panamá, que cuentan con 15.000 hectáreas de terreno y que emplean a 600 personas en total. «Es una pequeña ciudad, de verdad, algo masivo con casi 100 años de antigüedad», explica Morales con orgullo antes de arrancar su vehículo para dar una vuelta por el lugar. A pie sería una osadía.
Apunta también que la industria de las pompas fúnebres mueve millones de dólares al año. Solo la empresa para la que trabaja, Service Corporation International, facturó unos 3.000 millones al año.
De ese gigantesco pastel, los hispanos han contribuido con un pedazo importante y Morales es uno de los responsables de que se les dé el trato que se merecen. Desde su llegada a la organización hace tres años se ha levantado una sección bautizada como Mission Hills, con una réplica del sabor colonial de las misiones californianas, además de un Día de los Muertos que en su tercera edición logró convocar a 15.000 personas.
Curiosamente, Morales no tenía experiencia en el mundo de las pompas fúnebres pero gracias a sus conocimientos en márketing ha conseguido establecer «una verdadera conexión con la comunidad latina». Su siguiente proyecto pasa por construir un altar para la Virgen de Guadalupe y completar una réplica de las escaleras del Tepeyac de la Ciudad de México.
«Como cristiano sabía qué es lo que buscan los hispanos y queríamos que el cementerio tuviera una zona dedicada a una población fundamental. Por eso hemos cuidado cada detalle para que se sientan cómodos», explica Morales mientras muestra las vistas que se abren frente a las tumbas, una posibilidad que va desde los 3.300 dólares hasta la opción más suntuosa, que puede ser de millones de dólares.
Pero no solo hay sabor latino. El camposanto cuenta con un templo budista en su punto más alto, todo ello adherido a los principios del Feng Shui para quien así lo solicita.
Morales reconoce que a ratos es un negocio triste, difícil, pero lo ve desde un punto de vista de legado, de historia, de respeto hacia los muertos. «Somos los guardianes de ese legado», concluyó.